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UBICACIÓN

El Teatro Juárez es uno de los recintos de su género más bellos del país. Su edificación inició en el año de 1873 bajo el auspicio del General Florencio Antillón en los terrenos ocupados originalmente por el antiguo convento de San Diego de Alcalá, demolido en el año de 1861 como consecuencia de las Leyes de Reforma que entre otras cosas promovieron la desamortización de los bienes eclesiásticos.

La terrible agresión que sufrió la ciudad con la pérdida del primitivo convento dieguino fue agravada con la desafortunada fundación del hotel Emporio, y años más tarde, parcialmente redimida cuando se decidió que en el arrasado lugar fuera construido un nuevo teatro, que a la postre se convertiría en el orgullo de los todos los guanajuatenses.

No obstante que el teatro se levantó como una significativa intrusión arquitectónica en el entramado urbano de la población, el acierto de su diseño permitió resolver con escrupulosidad la relación de su escala y proporción con el resto de los edificios colindantes, integrando un armonioso contexto arquitectónico, no obstante la diferencia de lenguaje entre las extravagancias barrocas del templo de San Diego de Alcalá en aparente antagonismo con la serena monumentalidad clasicista de que hace alarde el Teatro Juárez en su espléndido pórtico, así como en las eclécticas soluciones de sus espacios complementarios.

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(LA ORDEN DE LOS FRANCISCANOS DESCALZOS)

Los Franciscanos Descalzos o Dieguinos, a quienes corresponde la fundación del convento en el año de 1633, es una rama surgida por la reforma franciscana definida en 1517 con la Bula Ite vos en la que León X divide la Orden en dos grandes familias independientes: Hermanos menores observantes y hermanos menores conventuales o descalzos, cuya regla se caracterizó por el espíritu de pobreza, penitencia, minoridad y austeridad, circunstancia que se hace evidente en la severidad de los restos de la primitiva casa conventual expuestos en el pequeño claustro ubicado a un costado del teatro, así como en las añejas y recias estructuras existentes en los niveles inferiores del mismo.

EL EDIFICIO Y SU TIEMPO

A lo largo de casi 31 años que duró su construcción, y en una sociedad donde el pensamiento era que ninguna población que quisiera ser considerada importante podría serlo sin contar con un buen teatro se materializa esta obra que resume en su estructura los preceptos arquitectónicos propios de la época donde a la par del historicismo, se exploraba también la aplicación de nuevas tecnologías en las soluciones estructurales, así como la presencia de un eclecticismo que a manera de transición, de alguna manera reflejó en su momento la búsqueda de nuevos lenguajes para la arquitectura.

En la construcción de este espléndido edificio sobresalen los nombres del ingeniero Alberto Malo y de Antonio Rivas Mercado, notable arquitecto con estudios en la Sorbona y en la Escuela de Bellas Artes de Paris, a cuya autoría se deben importantes construcciones realizadas durante el porfiriato destacando, entre otras, la célebre Columna de la Independencia en la Ciudad de México.

El eclecticismo del este edificio puede entenderse a través de una muy afortunada yuxtaposición de estilos que van desde el depurado neoclásico de su fachada hasta la fantástica recreación mozárabe de su sala, sin dejar de lado la influencia francesa evidente en su elegante foyer que ostenta una amplia cubierta piramidal de acero y vidriería a manera de mansarda (“la ventana que se levanta por encima del tejado”).

Por tal razón, y después de haber transcurrido más cien años desde su fundación el Teatro Juárez todavía hoy sorprende con su insólita combinación de materiales donde, a la par que el edificio tiende a la modernidad, de igual manera conserva su dignidad académica al no querer despojarse de las influencias formales de estilos precedentes mimetizándose en un muy afortunado diálogo con aquellas aportaciones que rompiendo esquemas, en su momento fueron vanguardia.

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EL ECLECTISISMO

La corriente artística conocida como eclecticismo, fue una etapa de transición en la que los artistas se lanzaron a la búsqueda de nuevas propuestas a través del uso de elementos de corrientes estilísticas del pasado, siendo la originalidad de su uso e interpretación una de sus características principales.

Sin ser muy estrictos, este corriente estilística abarca un periodo que va desde 1860 a 1920 distinguiéndose por el uso de varios lenguajes arquitectónicos procedentes de estilos pasados y yuxtapuestos para dar cuerpo a una nueva forma de arquitectura, muchas veces coincidiendo con los movimientos de carácter nacionalista o regionalista con que se identificaban algunos países.

A diferencia del historicismo que se caracterizó por un apego estricto a las formas del pasado, el eclecticismo recurre a estas mismas formas pero combinándolas entre sí y en consecuencia, generando estructuras y composiciones de un novedoso discurso arquitectónico.

EL PÓRTICO DE ACCESO

En su proyecto original, el arquitecto José María Noriega concibió el edificio trazando un espléndido pórtico de estilo clasicista que metafóricamente sería el reflejo de la opulencia guanajuatense del porfiriato. Años más tarde el proyecto fue modificado por el arquitecto Antonio Rivas Mercado quien conservando la misma línea estilística resuelve el acceso a través de un pórtico compuesto por 12 columnas dóricas de fuste estriado y capitel en bronce decorado con liras y grutescos. Se accede a él por una escalinata flanqueada por balaustradas, y grandes faroles así como por esculturas en bronce representando a dos leones sedentes, obras del afamado escultor porfiriano Jesús Contreras.

Destaca en la composición arquitectónica un generoso entablamento cuyo friso decorado con guirnaldas y mascarones de bronce, ostenta en su parte central la leyenda “Teatro Juárez”.

Rematando el edificio se yergue una espléndida balaustrada en bronce que armónicamente alterna sendos pedestales labrados en cantería sobre los que se yerguen bellísimas esculturas de bronce con la representación de ocho de las nueve musas griegas.

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(LAS MUSAS GRIEGAS)

Según la acepción más común en la mitología griega, las Musas son las nueve hijas de Zeus y de Mnemósine siendo además divinidades inspiradoras que presidían los diferentes tipos de poesía, las artes y las ciencias.
Las nueve musas canónicas son:

  • Calíope , musa de la elocuencia, belleza y poesía épica
  • Clío, musa de la Historia
  • Eratomusa de la poesía lírica-amorosa
  • Euterpemusa de la música, especialmente del arte de tocar la flauta.
  • Melpómenemusa de la tragedia.
  • Polimniamusa de los cantos sagrados y la poesía sacra
  • Talíamusa de la comedia y de la poesía bucólica.
  • Terpsícoremusa de la danza y poesía coral.
  • Uraniamusa de la astronomía, poesía didáctica y las ciencias exactas.

Para su representación escultórica y pictórica, el arte romanorenacentista y neoclásico otorgó diferentes atributos y actitudes a cada una de las nueve Musas en función de la disciplina artística o científica con la que eran asociadas.

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(¿Quien fue Jesús Contreras?)

Destacado escultor mexicano nacido el 20 de enero de 1866 en la ciudad de Aguascalientes que desde edad muy temprana destacó por sus habilidades artísticas lo que hizo posible que a los 17 años fuera becado para estudiar escultura en Paris. A los 22 años regresa a México contando con un gran apoyo de parte del gobierno de Porfirio Días quien le encarga la realización de importantes proyectos como la escultura de Cuauhtémoc ubicada en el Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, la escultura de Benito Juárez en Chihuahua, escultura de Ignacio Zaragoza en Puebla, la estatua del general Jesús González Ortega en Zacatecas y el monumento a la Paz en la ciudad de Guanajuato.

Muy probablemente su obra más célebre sea la escultura conocida como “Malgré Tout” que significa “A pesar de todo” creada en el año de 1880. Jesús Contreras muere el 13 de julio de 1902 contando apenas con 36 años.

EL VESTÍBULO

Es un bellísimo espacio conformado por de 12 columnas libres con fuste liso, dispuestas en cuatro grupos sosteniendo una cubierta resuelta por una interesantísima estructura de acero y cristal que sin duda constituyó una proeza constructiva para su tiempo. La variedad y calidad de los elementos arquitectónicos dispuestos en esta área vestibular, aunado al paso de luz proveniente del domo del segundo nivel confieren a este espacio una personalidad única ya que asocia con sorprendente virtud las influencias estilísticas asociadas al academismo, sin renuncia de los preceptos y posibilidades constructivas ofertadas por la “modernidad”.

Destacan también por su diseño y excelente factura, los estupendos canceles de carpintería y enrejados de hierro, así como los dos grandes nichos dispuestos entre las puertas de acceso en las que se aprecian sendas esculturas de bronce representando jóvenes mancebos.

LA CANTINA

Constituyendo un espacio que merece ser apreciado por la belleza y calidad de su diseño, la cantina es sin duda, una de las obras de ebanistería mejor logradas con que cuenta el inmueble. Su espléndido mobiliario de madera labrada incluye barra, contra-barra, estantería y alacenas articuladas por espejos y cristalería como parte de su elaborado diseño y composición.

Se accede a ella a través de un vano resuelto por canceles de madera y cristal francés que cubren los intercolumnios generados por un par de sobrias columnas de orden toscano labradas en cantera verde.

En su origen el espacio de la cantina estuvo reservado de manera exclusiva para los asistentes del sexo masculino que preferían un sitio menos concurrido que el foyer para establecer o reforzar los lazos de relación social.

LA ESCALERA DE HONOR

Con una estructura totalmente realizada en acero, la escalera de honor se compone de cinco rampas y tres descansos; la rampa central o de arranque contiene dieciséis escalones flanqueados por balaustradas metálicas; desde ella se accede al primer descanso donde la rampa se divide para, a través de las cuatro rampas restantes, acceder al salón foyer y a sus espacios complementarios.

Destaca en el área de los descansos la disposición de dos espléndidas esculturas de mármol que representan alegorías de la danza y la música. Presidiendo el cubo de escalera, se encuentra la monumental pintura de caballete cuyo tema es el escudo de armas otorgado a la población de Guanajuato por Felipe V con motivo de la cesión del rango de Muy Noble y Leal Ciudad, en cuyo campo se dispuso de la representación alegórica de la Santa Fe en alusión al nombre del Real de Minas.

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Escudo de armas de Guanajuato

Otorgado por Felipe V en ocasión de la cesión del rango de Muy Noble y Leal Ciudad al antiguo Real de Minas de Santa Fe; El escudo de armas destaca por contener una representación alegórica de la Santa Fe, representada por una mujer que sostiene en sus manos un cáliz y una cruz, con los ojos vendados en alusión a que no es menester ver para creer siendo esta una de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.

La figura está inscrita en un campo de oro simbolizando nobleza, magnanimidad y pureza de sentimientos además de la riqueza y abundancia de metales preciosos de la región. Destaca la integración de la corona Real de Castilla como remate del escudo cuyo significado es la grandeza. La composición se sostiene sobre una peana de la que surgen hojas de laureles que simbolizan la victoria y en la parte superior, hojas de acanto sosteniendo la corona y aludiendo a la fidelidad.

LA SALA DE ESPECTÁCULOS

Esta bellísima sala responde en su decoración a uno de los estilos historicistas denominado Neo mudéjar, mismo que en el momento de construcción del teatro fue ampliamente empleado en México con el nombre de “arte árabe”.

La masiva utilización de este estilo es evidente en cada uno de los elementos de la sala, destacando en las luminarias, la decoración de los plafones y por supuesto, en el monumental arco morisco o de herradura que abraza con singular belleza al espacio del proscenio. Mención especial merece el plafón que cubre la superficie de la sala que a manera de artesonado ostenta una profusa decoración geométrica con diseño de arabescos del que pende un enorme candil de diseño extraordinario resuelto en una estrella de seis picos, símbolo característico del pueblo judío que confirma el carácter ecléctico de este recinto.

La planta de la sala responde a la tipología conocida como “herradura”, cuyo lado recto es ocupado por el proscenio proyectando hacia atrás la superficie del escenario. La sala se estructura en varios niveles delimitados con artísticos barandales de hierro, dispuestos para cada una de las clases sociales: lunetas, tertulias y plateas ocupando la superficie de la planta baja; los palcos están organizados en tres niveles: primeros, segundos y terceros y finalmente la galería.

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(EL ESTILO NEOMUDÉJAR)

El neomudéjar es un estilo artístico y arquitectónico que se desarrolló principalmente en la Península Ibérica a finales del siglo XIX y principios del XX enmarcado en la corriente historicista que a nivel internacional revivió estilos del pasado dando lugar al neorománico, neogótico, el neobrarroco, y en México, incluso el neoindigenista, cuya lectura es evidente en varios motivos decorativos en el Palacio de Bellas Artes.

El estilo neomudéjar se asoció especialmente a construcciones de carácter festivo y de ocio teniendo como características más destacadas la utilización del ladrillo como elemento principal constructivo así como el uso decorativo de motivos islámicos como los distintivos arcos de herradura y los elaborados arabescos de lazos, rombos, y otras composiciones geométricas incorporados como elementos de estilo hispano- musulmán en clara referencia al estilo mudéjar desarrollado en los reinos cristianos de la Península Ibérica durante los siglos XII al XVI como una yuxtaposición de las corrientes artísticas cristianas como el románico, el gótico y renacentista con las corrientes artísticas musulmanas presentes en ese lugar y época.

EL EDIFICIO COMO HITO URBANO

Desde su inauguración el 27 de octubre de 1903, el Teatro Juárez se ha constituido como una referencia urbana que en sus primeros años respondió también a la necesidad de la burguesía porfiriana de verse y ser vista en un auto convencimiento de prosperidad y paz social.

El edificio contiene entre sus valores el ser un fehaciente testimonio de las etapas históricas durante las que fue construido donde, a la par que testimonia la búsqueda de los nuevos derroteros arquitectónicos y el uso de materiales “modernos”, el teatro atendió como hasta ahora, la muy noble vocación de ser escenario de las más elevadas manifestaciones artísticas y culturales ocupando un lugar preponderante entre los edificios de su género, no solo en nuestro país, sino en América Latina.

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